domingo, 28 de octubre de 2007

Mario Arturo Ramos Muñoz


*Entrevista Publicada en Suplemento Identidad, periódico El Mexicano.
Por Vianka R. Santana

Conversador inagotable, poeta, músico, investigador de la música mexicana, artista polémico y activista cultural. Mario Arturo Ramos es un hombre que cuando habla inunda de imágenes, recuerdos, vivencias y hace que las horas transcurran con rapidez aparente.

Mario Arturo junto con el incansable Maestro Rubén Vizcaíno Valencia, fundaron hacia 1972 el Taller de Poesía de la Universidad Autónoma de Baja California. Recién llegado de Sinaloa y después de haber fundado el Taller de Poesía de la UAS y la revista Albatros, habría de encontrarse con aquella Tijuana en la que el visionario Vizcaíno -que en ése momento nadie parecía comprender- tomaba el café en el hotel Nelson y ensoñaba con una vida cultural y artística que habría de ir tomando forma poco con los años y gracias en buena medida a su terquedad.

Sentados finalmente en un pequeño café, a unos cuantos pasos de la imponente casona del siglo XVIII que es hoy el Museo de San Carlos, intentando abstraernos del ruido habitual de esta ciudad tan llena de contrastes, empezamos una charla por demás enriquecedora.

Qué sucede antes de tu llegada a Tijuana?
Bueno, yo venía de fundar la revista Albatros en la Universidad de Sinaloa, había estado becado en Alemania –me habían invitado a hacer un trabajo sobre Gilberto Owen, uno de los poetas más importantes contemporáneos. La Universidad estaba pasando por un momento muy difícil, había un choque de “rabanitos” contra priístas y bueno, yo tengo otra concepción de la Universidad. Yo creo que la Universidad no puede ser una fábrica de burgueses, yo creo que debe ser un acto de cultura y un acto crítico, y que su momento más brillante es cuando produce revolucionarios; no cuando produce profesionistas (los profesionistas son para engrosar el proyecto pequeño burgués del país), por lo que tuve choque con las dos corrientes. Me parece que había pasado la Universidad de ser un proceso de discusión seria, de proyectos teóricos, y decían que los que planteábamos una reivindicación de la cultura popular estábamos enfermos de izquierdismo. Entonces renuncié.

Tu encuentro con Rubén Vizcaíno, cómo sucede ?
Bueno, me habían invitado a dar un recital a la ciudad de Mexicali y ahí me habían recomendado que fuera a la preparatoria (que estaba en la colonia Juárez). En ese entonces estaba de director un Lic. Caballero que me dijo “ Mire, el único que lo puede entender toma café en el Nelson, se llama Rubén Vizcaíno.
Y bueno, ante aquel panorama tan árido –como Baja California- llegué a esa Capilla del Nelson y me encontré con un tipo sensacional. Programamos una serie de conciertos y recitales, entramos en un diálogo sobre el proyecto bajacaliforniano de literatura. Había una serie de ejemplares muy especiales recuerdo uno: Miguel de Anda Jacobsen (otra gran Capo de la Literatura de Ensenada), Valdemar en Mexicali, una mujer simpatiquísima que no recuerdo bien el nombre Aída, creo, que tenía un libro con una fotografía de ella en negliyé en la portada, había otro personaje muy valioso sinaloense (muy amigo de Rubén) el Dr. Michel, y algunos otros que no asistían con regularidad.

Entonces, cómo surge finalmente el Taller de Poesía de la UABC
Debo comentar que Vizcaíno era el principal motor, yo era el implementador pero era él quien estaba más interesado en que hubiera otro tipo de poesía, no poesía rimada, alegórica, no ese tipo de poesía que se escribe en Baja California tan mala, todavía hasta la fecha. Todavía hay mucha poesía imaginativa donde el poeta depende: en un caso del culto de sus lecturas y en el otro de sus vivencias –bastante reducidas- como para poder hacer un proyecto poético interesante, sin negar que hay valores como en todo.
Comenzamos las sesiones del taller obviamente en la cafetería del Nelson –la Capilla literaria-, en el Mutualista Zaragoza, en la oficina de la Revista Panorama Social, hasta que más tarde la Universidad nos dio una oficina en la calle primera entre D y E.
El Taller funcionó desde febrero de 1972 hasta el mes de julio en que yo decidí aceptar una invitación de Guadalupe Trigo para un proyecto de canto nuevo para hacer una serie de talleres de música popular por todo el país. Tuve que hablarlo con Vizcaíno –el no estaba muy convencido- pero me vine finalmente a México.
Rubén determinó seguir con el taller aprovechando aquel pequeño subsidio que había para crear una revista que se llamó Amerindia, después esta revista pasó a ser Hojas. De esa generación recuerdo bueno los más conocidos: Ruth Vargas Leyva, Mario Ortiz Villacorta, Pedro Julio Pedrero (el poeta maldito de Baja California), Raúl Rincón, David Eduardo, Alda Bustamante Carmelo (que de vez en cuando asistía). Había un personaje muy bello que murió en una forma muy trágica y que tenía el control del Callejón Coahuila y que tenía gran interés por la literatura. Recuerdo también a Felipe Coparo y a uno que de vez en cuando –sin ser Tijuanense- que iba por ahí a visitarnos Eduardo Hurtado (ahora colaborador de La Jornada).

En Mexicali había un personaje que era muy cercano a nosotros Manuel Rojas un hombre que se dedica al teatro y a la investigación, autor entre otras cosas de “Joaquín Murrieta” uno de los libros de excelente calidad de Baja California. En fin, Constantemente veía a Rubén, seguí colaborando con él, y seguí haciendo proyectos de investigación de música y algunas cosas de poesía y estar cerca de él un poco hasta el final….




De pronto se hace un espacio, cada vez que Vizcaíno aparece, su rostro se transfigura y uno advierte el dolor por la ausencia de un amigo entrañable.

Me sigue doliendo mucho su final. Creo que sin Rubén Vizcaíno se pierde uno de los motores de la cultura Bajacaliforniana. Ya que siendo él colimense amó a Baja California más que a su propia tierra. Era un hombre que no le temía a la muerte en el sentido de no tener una vida plena, sino que le temía a la muerte en el sentido de que le faltaban una serie de proyectos intelectuales que para él eran necesarios.
Rubén está en el mar, cosa que no entiendo, porque el deseaba quedarse en un lugar que se llama La Ventana y que está pasando Tecate (por la vieja carretera) un espacio en la Rumorosa donde su sueño era que sus cenizas estuvieran ahí porque se integraría al desierto, que era parte de sus temas.

Hay tantos temas que abordar con Mario Arturo, como compositor e interprete, como antologador de la obra musical de Agustín Lara, de Álvaro Carrillo, de Cuco Sánchez, como autor del libro de Cien Corridos Mexicanos, que sorprendentemente fuera motivo de polémicas por parte de aquellos que no han entendido que el corrido es una manifestación social genuina. Y esto, por aquello de que fue incluido en la selección de la Biblioteca del Aula para primarias y los denominados “expertos” consideraron que no era adecuado porque incluía un “narco-corrido”. En fin, las horas transcurren, podríamos seguir hablando de los juicios y demandas que ha entablado (y ganado) contra la Sociedad de Autores y Compositores en su búsqueda por democratizar a la organización y por darle un sentido social, o hablar de su trabajo como colaborador en innumerables medios del país o como participante asiduo del programa “Horas de Junio”.

Finalmente, una de las últimas y obligadas preguntas es su percepción sobre el desarrollo cultural en Tijuana.
Tijuana por su propia característica de migrante permite una perspectiva de la cultura cambiante. Amo profundamente Baja California, yo creo que la cultura en Baja California es un acto natural, no un acto organizado. Brota de pronto sin que tú te des cuenta. Siento que quizá lo más interesante que hizo Rubén, fue tener una profunda fe en que la cultura sea el gran redentor de la población Bajacaliforniana (como el la concebía), aunque me parece una postura muy radical. Yo creo que Bajacalifornia nos permite a la gente del centro de la república, poder entender una realidad cambiante, creo que a pesar de las barreras, de la falta de apoyo económico, (que sucede en todos lados y que el gran presupuesto se va en sueldos, gastos de representación y no, en apoyos creativos), Tijuana tiene una gran riqueza, aunque los temas a veces se pierden porque el creador tijuanense está a veces más preocupado por el snobismo, por la alta cultura o por el “yo”, que por los temas comunes y que son necesarios que queden reflejados.

Las anécdotas son muchas, los recuerdos se entremezclan a medida que avanza la tarde y la charla. Están cerrando el café, es preciso volver sobre los pasos para retomar después poco a poco el hilo de tantas historias en un mismo individuo.
Sin duda Mario Arturo lleva en él un testimonio vivo de uno de los proyectos que fuera el parteaguas del desarrollo cultural en Tijuana: el Taller de Poesía de la AUB y lleva muchos gratos recuerdos de un hombre fundamental en la historia y el desarrollo del arte y la cultura en Tijuana: Rubén Vizcaíno Valencia.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Gracias Vinka por la charla y su compañ+ia

Unknown dijo...

Vianka